jueves, 26 de febrero de 2009

la culpa - Tato Bores

La culpa - Tato Bores
Publicado en Página 12 en 1991 y posteriormente formó parte del libro "El debut y otros cuentos" (Editorial De La Flor, 1994)
La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno. ¡No señor! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo.
La culpa de todo la tienen los evasores. ¡Mentiras! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro.
La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto. ¡Falso! dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo.
La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita. ¡Pero, por favor...! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas.
La culpa de todo la tienen los de la patria financiera. ¡Calumnias! dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días.
La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral. ¡Se equivoca! dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propio curro" pero que, en realidad, sólo contenía páginas en blanco.
La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público. ¡No es cierto! dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero.
La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos. ¡Eso es pura maldad! dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso.
La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no nos dejaron nada. ¡Patrañas! dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo.
La culpa de todo la tienen los comunistas. ¡Perversos! dijeron los del politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo.
La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista. ¡Verso! dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad.
La culpa de todo la tienen los fascistas. ¡Malvados! dijo un fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el librero.
La culpa de todo la tienen los judíos. ¡Racistas! dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano del Once.
La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa. ¡Blasfemia! dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote.
La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios. ¡Error! dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata.
La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos. ¡Infamia! dijo un padre mientras trataba de recordar cuantos hijos tenía exactamente.
La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir. ¡Me ofenden! dijo un ladrón mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren.
La culpa de todo la tiene los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante. ¡Minga! dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba.
La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra. ¡Desacato! dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas fojas que luego, a la noche, volvería a descoser.
La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y los salvadores de la patria. ¡Negativo! dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana.
La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo. ¡Ustedes están del coco! dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir.
La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron. ¡Embusteros! dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas nada mejor que una buena guerra mundial.
La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios. ¡Censura! dijo un periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día.
La culpa de todo la tiene el imperialismo. Thats not true! (¡Eso no es cierto!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida.
The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato). ¡Infundios! dijo un cipayo mientras marcaba en un plano las provincias más rentables.
La culpa de todo la tiene Magoya. ¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto. ¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón.
La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces. ¡Paren la mano! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón.
Yo sé quién tiene la culpa de todo.
La culpa de todo la tiene El Otro. ¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro. Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar:
¡Qué flor de guacho que resultó ser El Otro...!

Frases Ilustres Argentinas

Frases ilustres argentinas
"La base está", "si querés llorar, llorá" y "éramos tan pobres" son sólo algunos de los dichos que quedaron incorporados al lenguaje popular. Un repaso por los clásicos que nacieron en la TV

"La base está", "si querés llorar, llorá" y "éramos tan pobres" son sólo algunos de los dichos que quedaron incorporados al lenguaje popular. Un repaso por los clásicos que nacieron en la TV

“¡Vos... fumá!" Es una frase que han acuñado los argentinos a la hora de decirle a alguien “quedate tranquilo, que está todo bajo control”. Fue acuñada a partir del personaje que interpretó Carlos Calvo en Amigos son los amigos, allá por 1992.

¿Cuántas frases dichas en televisión por algunos personajes han quedado como parte del lenguaje popular?

“Decilo Enzo... decilo” se suelta en cualquier reunión de amigos ante aquel que se queda dudando o no sabe cómo decir lo que tiene que decir. El origen: un programa deportivo que se llamaba “El equipo de Primera”, y el autor, el ex técnico Héctor Veira.

Alberto Olmedo nos dejó un legado que incluso los más jóvenes suelen incluir en su lenguaje: “Adianchi, adianchi...”, o aquella de Rogelio Roldán de “éramos tan pobres”. Quién no se ha negado con el clásico “¡¡¡De acáaaa!!!”. Cuántos le han preguntado a algún amigo “¿me trajiste la nena?”. Por último, cuántos se han justificado con “¿y si no me tienen fe?”

“Si querés llorar, llorá”. La propia Moria Casán patentó esta frase, y si cobrara por cada uno que la pronuncia, sería multimillonaria.

Una muy reciente que fue adoptada rápidamente entre los jóvenes es “tipo naaa”, que naciera de los Ricos y Mocosos de Canal 9.

“Billetera mata galán” es el mejor consuelo que tienen los hombres cuando ven a una impactante fémina del brazo de un señor que tendría que estar cuidando a sus nietos. Ya casi un refrán argentino, su autor es el ex mediático Jacobo Winograd.

“La base está”, es lo único que importa aunque el resto sea un desastre. El Bambino Veira dejó otra marca en este comentario. En los últimos años, el mismo entrenador agregó otra de colección: “Se me cayeron las torres”.

Atrás en el tiempo, los memoriosos recordarán el “seguime chango”, de José De Zer, y “por lo menos así lo veo yo” de Guillermo Nimo.

Diego Maradona patentó varias, aunque no todas han sido adoptadas por la gente, pero sin dudas, "se te escapó la tortuga" es la que mejor quedó para el pueblo.

“Conmigo o sin migo”, “me cortaron las piernas”, “Cheeee” de José Marrone, “no me peguen, soy Giordano”, “patapufete”, "¿estás crazy, Macaya?”, “tu ruta es mi ruta”, “le pertenezco”, entre tantas otras, se sumaron al léxico popular a partir de la televisión.



Cuando se recuerdan algunos de los dichos más famosos de la televisión argentina son muchas las que quedan fuera de la lista. Expresiones de músicos, políticos, deportistas, humoristas... un listado de frases que ofrecemos a continuación. Veamos algunas mas :

“Se ha formado una pareja”, de Roberto Galán, el formador de matrimonios por excelencia de la TV argentina, fue una de las que más se repitió entre las sugeridas por nuestros lectores. Tampoco quedó en el olvido “Vermouth con papas fritas y... good show”, de Tato Bores.

Otros apostaron por “un kilo y dos pancitos”, de Carlitos Balá, el mismo que popularizó la pregunta “¿qué gusto tiene la sal?”.

El famosísimo “Savoy, Savoy”, de Alberto Olmedo, quien en medio de su programa “No toca botón” comenzaba a impulsar los “chivos” en la pantalla chica; en este caso, haciendo alusión a la conocida vinería.

Moria Casán también aportó lo suyo. No se quedó en el recordado “si querés llorar, llorá”, sino que fue más allá y alguna vez hasta se popularizó con su frase “se me quieren colgar de las tetas”, para aludir a quienes querían aprovechar su popularidad.

“Te quierooooooooo”, de Guillermo Francella fue otra de las elegidas

“No hay nada más lindo que la familia unita”, recordaron algunos memoriosos de un clásico entre clásicos de nuestra pantalla: Los Campanelli. Fueron los mismos q! ue tampoco dejaron pasar de largo el “¿Qué hacés, tri tri?”, de Minguito, en los 80.

“No tienen paz”, fue también recordada. La frase la decía el actor César Pierri, quien entonces trabajaba junto a Fernando Lupiz en “Detective de Señoras”, en los años 90.

“No va a andar”, de Juan Carlos Calabró también fue una de las más señaladas junto a “Poquitito”, la exclamación de Mario Sapag en su programa de imitaciones “Las mil y una”.

Popularizada en la Argentina de los años 80 pero proveniente de México, muy votada fue la frase “es que no me tienen paciencia”, de Roberto Gómez Bolaños cuando interpretaba a su personaje de El Chavo. “Fue sin querer queriendo”, del mismo autor y personaje, también fue elegida.

“¡Qué país generoso!”, fue otra de las recordadas, aunque todavía vigente y atribuída a Jorge Rial.

El cine

Nadie puede evitar una sonrisa cuando lee una de Isabel Sarli que a esta altura ya parece mundial: “¿Qué pretende usted de mi?”, la preguntaba la actriz desde su desnudez a un Juan Carlos Altavista que la miraba entre atónito y deseoso de un encuentro sexual que se insinuaba en la película “Carne”.

La política no es ajena a frases que, más allá de mentiras y promesas incumplidas, quedaron en la conciencia colectiva.

Entre las más sugeridas por los lectores de Infobae.com se destaca la de Herminio Iglesias, el candidato a gobernador bonaerense del PJ en la vuelta a la democracia: “Trabajaremos las 24 horas del día y si es necesario de la noche también”. Aquí ya se perfilaba a un candidato que no destacaba, justamente, por su cultura.

“Hay que pasar el invierno”, de Alvaro Alsogaray, fue otra de las elegidas junto a “con las manos limpias” del periodista Corzo Gómez, luego candidato del Partido Blanco de los Jubilados.
“A vos no te van tan mal, gordito” fue la irónica respuesta del ex presidente Raúl Alfonsín durante un discurso en el que una persona del público le espetó desde la multitud: “Tenemos hambre”. Con el tiempo, ambos pudieron concretar un encuentro personal.

Alfonsín aportó otra histórica frase cuando, luego de una revuelta militar en Semana Santa, enfrentó a la gente y dijo “la casa está en orden”.

Carlos Menem también pasó a la historia con su más que recordada “Síganme, que no los voy a defraudar”, apostilla de su campaña hacia la presidencia.

El deporte

Lejos, la de Daniel Passarella cuando dijo “la pelota no dobla” fue la más elegida.

Pero también hubo lugar para “me gusta tanto la noche que al día le pondría un toldo”, del “Bambino” Veira o el “paso a paso”, de Reinaldo Carlos Merlo.

Pero una más que recordada, y humillante, fue la de José Sanfilippo a Sergio Goycochea en el programa de Bernardo Neustadt días después del histórico 5 a 0 sufrido por la Selección argentina de Basile en cancha de River ante Colombia: “Pibe, usted se comió todos los amagues”, le dijo mientras el hoy periodista hacía fuerza para no llorar de tanta impotencia.

En la historia, la del “Ratón” Ayala, “en Europa no se consiguen”, en alusión a la publicidad de zapatillas Interminables, fue otra de las recordadas.

El Mate

El Mate
... de Lalo Mir en el programa "Lalo Bla Bla" Radio Mitre

"El mate no es una bebida. Bueno, si. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos. Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, terere con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?" El otro responde: "Como tomes vos". Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Aca empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque s? El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O esta muerto de miedo, o esta muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores... Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!".

Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

¿TE SENTISTE INCLUÍDO?.... compartilo entonces con quienes alguna vez tomaste un mate"

lunes, 2 de febrero de 2009

"Somos un país atrapado en modelos obsoletos"

Una visión filosófica sobre la Argentina
Kovadloff: "Somos un país atrapado en modelos obsoletos"

El caudillismo sigue presente, afirma
"Somos un país atrapado en modelos ineficaces y obsoletos. Nuestra transición a la vida democrática está incompleta. Salimos del autoritarismo de Estado, pero no del caudillismo y del autoritarismo personal."
Con un diagnóstico crudo, el ensayista y filósofo Santiago Kovadloff no rehúye a las complejidades de la coyuntura política ni escapa a profundos dilemas existenciales.
Acaba de publicar el libro Los apremios del día, editado por Planeta, en el que reúne sus columnas quincenales publicadas en el suplemento Enfoques de LA NACION. Son cerca de 60 artículos en los que subyacen los grandes temas filosóficos vinculados con la actualidad, el progreso, las problemáticas del medio ambiente, la ética y la vida institucional del país.
Allí, con la claridad y hondura que caracterizan su prosa, Kovadloff hilvana un retrato posible del país y del mundo, a la vez que cimenta la propia autobiografía de su proceso reflexivo. En una entrevista con LA NACION, profundiza su visión y advierte que nuestras instituciones necesitan afianzarse. "Debemos generar un grado de interdependencia entre los adversarios políticos. La Argentina está enferma de intolerancia, de autosuficiencia, de la presunción de que el fragmento reemplaza a la totalidad". Y añade: "Progresar es revertir estos problemas con un alto grado de comprensión sobre el porqué de nuestra inactualidad, de nuestra pérdida de protagonismo en el mundo".
-¿Cuáles son las causas del retroceso?
-Nuestros problemas son graves y provienen de una repetición pretérita. Estamos más cerca del pasado que del porvenir; totalmente desactualizados; sin un norte que nos guíe al desarrollo. Las instituciones y la democracia tienen un papel más aparente que real. Estamos más cerca de la simulación que de la autenticidad, y nuestra organización política descansa más sobre el temperamento que sobre la ley
-¿Qué estamos simulando?
-La consistencia cívica que no tenemos. No hemos capitalizado el fracaso, que es poder reflexionar sobre las razones por las cuales la Argentina perdió contemporaneidad. Es urgente un esfuerzo desde lo político y de nuestras instituciones para entender las causas por las cuales la ética se divorcia del ejercicio del poder, y por qué éste queda asociado a un hegemonismo intolerante.
-¿Cuáles son las urgencias por las que se debería empezar?
-La Argentina necesita mayor integración regional; un sentido más profundo de interdependencia entre sus partes. Para eso, hace falta un Estado que tenga proyectos de mediano y largo plazo. Necesitamos instituciones independientes e interdependientes; eso hoy no ocurre. Necesitamos una reforma política fundamental capaz de brindarle al país mayor diálogo entre sus partes. La Argentina aún no ha dado el paso fundamental hacia la sociedad del conocimiento, que viene dado no sólo por el desarrollo tecnológico sino por la conciencia de lo que es formar ciudadanos. Si reconciliamos la ética con la eficacia; el poder político con el conocimiento; la educación con el compromiso civil, tendríamos manifestaciones de una conciencia de desarrollo sin la cual el país está condenado a parecer una facción
-En su libro, hace una encendida defensa del "conocimiento conjetural". ¿Puede explicarlo?
-Llamo "saber conjetural" al que, sosteniendo con convicción la defensa de principios, valores e hipótesis, está dispuesto a entender que en su propia concepción de las cosas no se agota la comprensión de la verdad; que hay margen para que otras perspectivas, valores y creencias puedan matizar con su propia razón la nuestra. Pero no significa una tolerancia escéptica. Quiere decir que todas las partes son imprescindibles para formar un conjunto; buscamos una cultura orquestal, sinfónica, abierta a la idea de la integración para contrarrestar uno de los males fundamentales de la sociedad: la fragmentación, la diáspora del conocimiento en una infinidad de especialidades discontinuas que no aspiran a buscarse unas a otras, sino a imponerse unas a otras. Existe también una hegemonía epistemológica. Hay disciplinas e ideologías que aspiran a concentrar en sus manos la totalidad del saber, lo cual, además de falso, es peligroso. Lo mejor es tener parte de razón y no toda.
-¿No son las grandes potencias las que reforzaron ese paradigma?
-Uno de los males de nuestro tiempo es el que resulta de la pérdida de valores universales; es decir, consensuar. Las democracias más desarrolladas en tantos órdenes objetivos no necesariamente lo están en los órdenes subjetivos y morales. Hoy, los países del Primer Mundo son de cuarta desde el punto de vista de la capacidad emblemática de representar grandes valores éticos y espirituales.
-¿Cuál es el riesgo del rechazo a las diferencias dentro de un escenario globalizado?
-Es algo dramático. Hemos logrado una integración significativa en lo tecnológico y económico, pero estamos atrasados en lo ético y en el valor de la diferencia. Necesitamos que la globalización esté orientada a una sensibilidad mucho más planetaria, abierta a una conciencia clara de la interdependencia entre partes de un mundo que tiene su riqueza en la diferencia y no en la homogeneidad.
-¿Qué debates importantes se nos escapan?
-Hasta Perón sentía la necesidad de tener planes quinquenales; es decir, trabajaba con un concepto del tiempo a mediano y largo plazo que hoy está ausente. El peronismo es espectral; el radicalismo, también, y el pensamiento, de modo general, es anémico. Las figuras que hoy tienen responsabilidad política en la Argentina deben alentar la idea de que el pensamiento está llamado a cumplir un papel transformador en nuestra visión del país. Mientras esto no ocurra, el coyunturalismo va a llevar a un creciente escepticismo social.
-¿Por qué los intelectuales alzaban sus voces mucho más en los años 80 que ahora?
-Porque entonces creímos que el pasaje del autoritarismo a la vida democrática merecía una dedicación incondicional. Hoy somos más cautos con la adhesión a un liderazgo determinado. Pero la capacidad de debatir lo político en el marco de la vida intelectual para mí está viva. Los intelectuales consideramos que la dimensión de lo político puede ser riesgosa, pero es imprescindible. No es posible que la cultura se despliegue a expensas de la política.
-¿Cuál es el déficit más peligroso de nuestra dirigencia?
-La falta de educación. Son especialistas en un campo o en otro, pero un hombre o una mujer de cultura es mucho más que un experto en un campo determinado. No podemos seguir contando con una dirigencia paternalista, autoritaria, demagógica, con líderes que provienen del ejercicio de la corrupción y de la impunidad de la corrupción. Pero esa transformación se tiene que dar gradualmente en la sensibilidad colectiva. La Argentina fue capaz de generar una clase media que honró la noción de ahorro, de trabajo y de previsión. Podemos recuperarlo sólo en la medida en que entendamos por qué perdimos el rumbo. Y perdimos el rumbo porque pusimos el poder político al servicio del oportunismo y no del desarrollo.
Por Loreley Gaffoglio
De la Redacción de LA NACION 06/08/07