jueves, 26 de febrero de 2009

la culpa - Tato Bores

La culpa - Tato Bores
Publicado en Página 12 en 1991 y posteriormente formó parte del libro "El debut y otros cuentos" (Editorial De La Flor, 1994)
La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno. ¡No señor! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo.
La culpa de todo la tienen los evasores. ¡Mentiras! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro.
La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto. ¡Falso! dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo.
La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita. ¡Pero, por favor...! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas.
La culpa de todo la tienen los de la patria financiera. ¡Calumnias! dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días.
La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral. ¡Se equivoca! dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propio curro" pero que, en realidad, sólo contenía páginas en blanco.
La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público. ¡No es cierto! dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero.
La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos. ¡Eso es pura maldad! dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso.
La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no nos dejaron nada. ¡Patrañas! dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo.
La culpa de todo la tienen los comunistas. ¡Perversos! dijeron los del politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo.
La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista. ¡Verso! dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad.
La culpa de todo la tienen los fascistas. ¡Malvados! dijo un fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el librero.
La culpa de todo la tienen los judíos. ¡Racistas! dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano del Once.
La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa. ¡Blasfemia! dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote.
La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios. ¡Error! dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata.
La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos. ¡Infamia! dijo un padre mientras trataba de recordar cuantos hijos tenía exactamente.
La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir. ¡Me ofenden! dijo un ladrón mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren.
La culpa de todo la tiene los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante. ¡Minga! dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba.
La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra. ¡Desacato! dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas fojas que luego, a la noche, volvería a descoser.
La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y los salvadores de la patria. ¡Negativo! dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana.
La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo. ¡Ustedes están del coco! dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir.
La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron. ¡Embusteros! dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas nada mejor que una buena guerra mundial.
La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios. ¡Censura! dijo un periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día.
La culpa de todo la tiene el imperialismo. Thats not true! (¡Eso no es cierto!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida.
The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato). ¡Infundios! dijo un cipayo mientras marcaba en un plano las provincias más rentables.
La culpa de todo la tiene Magoya. ¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto. ¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón.
La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces. ¡Paren la mano! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón.
Yo sé quién tiene la culpa de todo.
La culpa de todo la tiene El Otro. ¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro. Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar:
¡Qué flor de guacho que resultó ser El Otro...!

Frases Ilustres Argentinas

Frases ilustres argentinas
"La base está", "si querés llorar, llorá" y "éramos tan pobres" son sólo algunos de los dichos que quedaron incorporados al lenguaje popular. Un repaso por los clásicos que nacieron en la TV

"La base está", "si querés llorar, llorá" y "éramos tan pobres" son sólo algunos de los dichos que quedaron incorporados al lenguaje popular. Un repaso por los clásicos que nacieron en la TV

“¡Vos... fumá!" Es una frase que han acuñado los argentinos a la hora de decirle a alguien “quedate tranquilo, que está todo bajo control”. Fue acuñada a partir del personaje que interpretó Carlos Calvo en Amigos son los amigos, allá por 1992.

¿Cuántas frases dichas en televisión por algunos personajes han quedado como parte del lenguaje popular?

“Decilo Enzo... decilo” se suelta en cualquier reunión de amigos ante aquel que se queda dudando o no sabe cómo decir lo que tiene que decir. El origen: un programa deportivo que se llamaba “El equipo de Primera”, y el autor, el ex técnico Héctor Veira.

Alberto Olmedo nos dejó un legado que incluso los más jóvenes suelen incluir en su lenguaje: “Adianchi, adianchi...”, o aquella de Rogelio Roldán de “éramos tan pobres”. Quién no se ha negado con el clásico “¡¡¡De acáaaa!!!”. Cuántos le han preguntado a algún amigo “¿me trajiste la nena?”. Por último, cuántos se han justificado con “¿y si no me tienen fe?”

“Si querés llorar, llorá”. La propia Moria Casán patentó esta frase, y si cobrara por cada uno que la pronuncia, sería multimillonaria.

Una muy reciente que fue adoptada rápidamente entre los jóvenes es “tipo naaa”, que naciera de los Ricos y Mocosos de Canal 9.

“Billetera mata galán” es el mejor consuelo que tienen los hombres cuando ven a una impactante fémina del brazo de un señor que tendría que estar cuidando a sus nietos. Ya casi un refrán argentino, su autor es el ex mediático Jacobo Winograd.

“La base está”, es lo único que importa aunque el resto sea un desastre. El Bambino Veira dejó otra marca en este comentario. En los últimos años, el mismo entrenador agregó otra de colección: “Se me cayeron las torres”.

Atrás en el tiempo, los memoriosos recordarán el “seguime chango”, de José De Zer, y “por lo menos así lo veo yo” de Guillermo Nimo.

Diego Maradona patentó varias, aunque no todas han sido adoptadas por la gente, pero sin dudas, "se te escapó la tortuga" es la que mejor quedó para el pueblo.

“Conmigo o sin migo”, “me cortaron las piernas”, “Cheeee” de José Marrone, “no me peguen, soy Giordano”, “patapufete”, "¿estás crazy, Macaya?”, “tu ruta es mi ruta”, “le pertenezco”, entre tantas otras, se sumaron al léxico popular a partir de la televisión.



Cuando se recuerdan algunos de los dichos más famosos de la televisión argentina son muchas las que quedan fuera de la lista. Expresiones de músicos, políticos, deportistas, humoristas... un listado de frases que ofrecemos a continuación. Veamos algunas mas :

“Se ha formado una pareja”, de Roberto Galán, el formador de matrimonios por excelencia de la TV argentina, fue una de las que más se repitió entre las sugeridas por nuestros lectores. Tampoco quedó en el olvido “Vermouth con papas fritas y... good show”, de Tato Bores.

Otros apostaron por “un kilo y dos pancitos”, de Carlitos Balá, el mismo que popularizó la pregunta “¿qué gusto tiene la sal?”.

El famosísimo “Savoy, Savoy”, de Alberto Olmedo, quien en medio de su programa “No toca botón” comenzaba a impulsar los “chivos” en la pantalla chica; en este caso, haciendo alusión a la conocida vinería.

Moria Casán también aportó lo suyo. No se quedó en el recordado “si querés llorar, llorá”, sino que fue más allá y alguna vez hasta se popularizó con su frase “se me quieren colgar de las tetas”, para aludir a quienes querían aprovechar su popularidad.

“Te quierooooooooo”, de Guillermo Francella fue otra de las elegidas

“No hay nada más lindo que la familia unita”, recordaron algunos memoriosos de un clásico entre clásicos de nuestra pantalla: Los Campanelli. Fueron los mismos q! ue tampoco dejaron pasar de largo el “¿Qué hacés, tri tri?”, de Minguito, en los 80.

“No tienen paz”, fue también recordada. La frase la decía el actor César Pierri, quien entonces trabajaba junto a Fernando Lupiz en “Detective de Señoras”, en los años 90.

“No va a andar”, de Juan Carlos Calabró también fue una de las más señaladas junto a “Poquitito”, la exclamación de Mario Sapag en su programa de imitaciones “Las mil y una”.

Popularizada en la Argentina de los años 80 pero proveniente de México, muy votada fue la frase “es que no me tienen paciencia”, de Roberto Gómez Bolaños cuando interpretaba a su personaje de El Chavo. “Fue sin querer queriendo”, del mismo autor y personaje, también fue elegida.

“¡Qué país generoso!”, fue otra de las recordadas, aunque todavía vigente y atribuída a Jorge Rial.

El cine

Nadie puede evitar una sonrisa cuando lee una de Isabel Sarli que a esta altura ya parece mundial: “¿Qué pretende usted de mi?”, la preguntaba la actriz desde su desnudez a un Juan Carlos Altavista que la miraba entre atónito y deseoso de un encuentro sexual que se insinuaba en la película “Carne”.

La política no es ajena a frases que, más allá de mentiras y promesas incumplidas, quedaron en la conciencia colectiva.

Entre las más sugeridas por los lectores de Infobae.com se destaca la de Herminio Iglesias, el candidato a gobernador bonaerense del PJ en la vuelta a la democracia: “Trabajaremos las 24 horas del día y si es necesario de la noche también”. Aquí ya se perfilaba a un candidato que no destacaba, justamente, por su cultura.

“Hay que pasar el invierno”, de Alvaro Alsogaray, fue otra de las elegidas junto a “con las manos limpias” del periodista Corzo Gómez, luego candidato del Partido Blanco de los Jubilados.
“A vos no te van tan mal, gordito” fue la irónica respuesta del ex presidente Raúl Alfonsín durante un discurso en el que una persona del público le espetó desde la multitud: “Tenemos hambre”. Con el tiempo, ambos pudieron concretar un encuentro personal.

Alfonsín aportó otra histórica frase cuando, luego de una revuelta militar en Semana Santa, enfrentó a la gente y dijo “la casa está en orden”.

Carlos Menem también pasó a la historia con su más que recordada “Síganme, que no los voy a defraudar”, apostilla de su campaña hacia la presidencia.

El deporte

Lejos, la de Daniel Passarella cuando dijo “la pelota no dobla” fue la más elegida.

Pero también hubo lugar para “me gusta tanto la noche que al día le pondría un toldo”, del “Bambino” Veira o el “paso a paso”, de Reinaldo Carlos Merlo.

Pero una más que recordada, y humillante, fue la de José Sanfilippo a Sergio Goycochea en el programa de Bernardo Neustadt días después del histórico 5 a 0 sufrido por la Selección argentina de Basile en cancha de River ante Colombia: “Pibe, usted se comió todos los amagues”, le dijo mientras el hoy periodista hacía fuerza para no llorar de tanta impotencia.

En la historia, la del “Ratón” Ayala, “en Europa no se consiguen”, en alusión a la publicidad de zapatillas Interminables, fue otra de las recordadas.

El Mate

El Mate
... de Lalo Mir en el programa "Lalo Bla Bla" Radio Mitre

"El mate no es una bebida. Bueno, si. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos. Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, terere con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?" El otro responde: "Como tomes vos". Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Aca empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque s? El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O esta muerto de miedo, o esta muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores... Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!".

Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

¿TE SENTISTE INCLUÍDO?.... compartilo entonces con quienes alguna vez tomaste un mate"

lunes, 2 de febrero de 2009

"Somos un país atrapado en modelos obsoletos"

Una visión filosófica sobre la Argentina
Kovadloff: "Somos un país atrapado en modelos obsoletos"

El caudillismo sigue presente, afirma
"Somos un país atrapado en modelos ineficaces y obsoletos. Nuestra transición a la vida democrática está incompleta. Salimos del autoritarismo de Estado, pero no del caudillismo y del autoritarismo personal."
Con un diagnóstico crudo, el ensayista y filósofo Santiago Kovadloff no rehúye a las complejidades de la coyuntura política ni escapa a profundos dilemas existenciales.
Acaba de publicar el libro Los apremios del día, editado por Planeta, en el que reúne sus columnas quincenales publicadas en el suplemento Enfoques de LA NACION. Son cerca de 60 artículos en los que subyacen los grandes temas filosóficos vinculados con la actualidad, el progreso, las problemáticas del medio ambiente, la ética y la vida institucional del país.
Allí, con la claridad y hondura que caracterizan su prosa, Kovadloff hilvana un retrato posible del país y del mundo, a la vez que cimenta la propia autobiografía de su proceso reflexivo. En una entrevista con LA NACION, profundiza su visión y advierte que nuestras instituciones necesitan afianzarse. "Debemos generar un grado de interdependencia entre los adversarios políticos. La Argentina está enferma de intolerancia, de autosuficiencia, de la presunción de que el fragmento reemplaza a la totalidad". Y añade: "Progresar es revertir estos problemas con un alto grado de comprensión sobre el porqué de nuestra inactualidad, de nuestra pérdida de protagonismo en el mundo".
-¿Cuáles son las causas del retroceso?
-Nuestros problemas son graves y provienen de una repetición pretérita. Estamos más cerca del pasado que del porvenir; totalmente desactualizados; sin un norte que nos guíe al desarrollo. Las instituciones y la democracia tienen un papel más aparente que real. Estamos más cerca de la simulación que de la autenticidad, y nuestra organización política descansa más sobre el temperamento que sobre la ley
-¿Qué estamos simulando?
-La consistencia cívica que no tenemos. No hemos capitalizado el fracaso, que es poder reflexionar sobre las razones por las cuales la Argentina perdió contemporaneidad. Es urgente un esfuerzo desde lo político y de nuestras instituciones para entender las causas por las cuales la ética se divorcia del ejercicio del poder, y por qué éste queda asociado a un hegemonismo intolerante.
-¿Cuáles son las urgencias por las que se debería empezar?
-La Argentina necesita mayor integración regional; un sentido más profundo de interdependencia entre sus partes. Para eso, hace falta un Estado que tenga proyectos de mediano y largo plazo. Necesitamos instituciones independientes e interdependientes; eso hoy no ocurre. Necesitamos una reforma política fundamental capaz de brindarle al país mayor diálogo entre sus partes. La Argentina aún no ha dado el paso fundamental hacia la sociedad del conocimiento, que viene dado no sólo por el desarrollo tecnológico sino por la conciencia de lo que es formar ciudadanos. Si reconciliamos la ética con la eficacia; el poder político con el conocimiento; la educación con el compromiso civil, tendríamos manifestaciones de una conciencia de desarrollo sin la cual el país está condenado a parecer una facción
-En su libro, hace una encendida defensa del "conocimiento conjetural". ¿Puede explicarlo?
-Llamo "saber conjetural" al que, sosteniendo con convicción la defensa de principios, valores e hipótesis, está dispuesto a entender que en su propia concepción de las cosas no se agota la comprensión de la verdad; que hay margen para que otras perspectivas, valores y creencias puedan matizar con su propia razón la nuestra. Pero no significa una tolerancia escéptica. Quiere decir que todas las partes son imprescindibles para formar un conjunto; buscamos una cultura orquestal, sinfónica, abierta a la idea de la integración para contrarrestar uno de los males fundamentales de la sociedad: la fragmentación, la diáspora del conocimiento en una infinidad de especialidades discontinuas que no aspiran a buscarse unas a otras, sino a imponerse unas a otras. Existe también una hegemonía epistemológica. Hay disciplinas e ideologías que aspiran a concentrar en sus manos la totalidad del saber, lo cual, además de falso, es peligroso. Lo mejor es tener parte de razón y no toda.
-¿No son las grandes potencias las que reforzaron ese paradigma?
-Uno de los males de nuestro tiempo es el que resulta de la pérdida de valores universales; es decir, consensuar. Las democracias más desarrolladas en tantos órdenes objetivos no necesariamente lo están en los órdenes subjetivos y morales. Hoy, los países del Primer Mundo son de cuarta desde el punto de vista de la capacidad emblemática de representar grandes valores éticos y espirituales.
-¿Cuál es el riesgo del rechazo a las diferencias dentro de un escenario globalizado?
-Es algo dramático. Hemos logrado una integración significativa en lo tecnológico y económico, pero estamos atrasados en lo ético y en el valor de la diferencia. Necesitamos que la globalización esté orientada a una sensibilidad mucho más planetaria, abierta a una conciencia clara de la interdependencia entre partes de un mundo que tiene su riqueza en la diferencia y no en la homogeneidad.
-¿Qué debates importantes se nos escapan?
-Hasta Perón sentía la necesidad de tener planes quinquenales; es decir, trabajaba con un concepto del tiempo a mediano y largo plazo que hoy está ausente. El peronismo es espectral; el radicalismo, también, y el pensamiento, de modo general, es anémico. Las figuras que hoy tienen responsabilidad política en la Argentina deben alentar la idea de que el pensamiento está llamado a cumplir un papel transformador en nuestra visión del país. Mientras esto no ocurra, el coyunturalismo va a llevar a un creciente escepticismo social.
-¿Por qué los intelectuales alzaban sus voces mucho más en los años 80 que ahora?
-Porque entonces creímos que el pasaje del autoritarismo a la vida democrática merecía una dedicación incondicional. Hoy somos más cautos con la adhesión a un liderazgo determinado. Pero la capacidad de debatir lo político en el marco de la vida intelectual para mí está viva. Los intelectuales consideramos que la dimensión de lo político puede ser riesgosa, pero es imprescindible. No es posible que la cultura se despliegue a expensas de la política.
-¿Cuál es el déficit más peligroso de nuestra dirigencia?
-La falta de educación. Son especialistas en un campo o en otro, pero un hombre o una mujer de cultura es mucho más que un experto en un campo determinado. No podemos seguir contando con una dirigencia paternalista, autoritaria, demagógica, con líderes que provienen del ejercicio de la corrupción y de la impunidad de la corrupción. Pero esa transformación se tiene que dar gradualmente en la sensibilidad colectiva. La Argentina fue capaz de generar una clase media que honró la noción de ahorro, de trabajo y de previsión. Podemos recuperarlo sólo en la medida en que entendamos por qué perdimos el rumbo. Y perdimos el rumbo porque pusimos el poder político al servicio del oportunismo y no del desarrollo.
Por Loreley Gaffoglio
De la Redacción de LA NACION 06/08/07

martes, 21 de agosto de 2007

Desde el divan

DESDE EL DIVAN

Entré al consultorio, me quité el piloto, lo colgué en el perchero, miré
durante unos segundos cómo se iba mojando la alfombra y avancé hasta el
diván.

Me senté; no estaba en condiciones de acostarme.

Si en esa sesión no miraba a la cara a mi analista, no hubiera sido capaz de
emitir una palabra. Sabía que lo que había descubierto podía cambiar el
curso de mi terapia. Percibía que por primera vez estaba a punto de
descifrar por qué me afectaba tanto no entender la realidad, algo que les
pasa también a muchos políticos, sólo que a ellos no les importa.

Mirándolo a los ojos, le dije a mi terapeuta: "Mi mamá y mi papá me
engañaron todo el tiempo".

Y sin dejarlo pestañear fui desarrollando el nudo de mi angustia.

"...Y no fueron mentiras así nomás.

Yo puedo perdonarles que me hayan asegurado que si tomaba la sopa iba a
crecer, pero no esas calumnias que afectaron mi vida para siempre."

Con la carga adicional de saber que no estaba recordándolas todas, comencé a
enumerar las que aún resonaban en mi atormentado cerebro:

"Si te pasa algo en la calle, llamá a un policía, él te va a ayudar. Los
ladrones le tienen miedo a la Policía.

Juez no es cualquiera, primero tiene que demostrar su honestidad y que es el
mejor en lo suyo.

Para integrar un partido político tenés que tener la misma línea de
pensamiento que el resto de tus compañeros.

Si querés ganar mucha plata tenés que trabajar muy duro.

El que roba va a la cárcel.

Los periodistas tienen que ser objetivos y en ningún momento mostrar su
ideología, sólo tienen que informar y eso sirve para formar.

Si lo dijeron por la tele, es verdad.

Al final siempre ganan los buenos.

La Argentina es un país rico, vos plantás un palo de escoba y crece una
planta, por eso acá nadie se muere de hambre.

Acá no trabaja el que no quiere.

Este es un país de inmigrantes, el que llega no se quiere ir más.

El banco es el lugar más seguro para guardar la plata.

El cliente siempre tiene razón.

Si sos honesto siempre te va a ir bien en la vida.

Mis derechos terminan donde comienzan los de los demás y viceversa.

Los políticos son los representantes del pueblo.

La escuela pública es la mejor, a las privadas van aquellos a los que no les
da la cabeza para estudiar.

Un presidente, cuando asume, declara su patrimonio, y cuando termina su
mandato no puede tener más que cuando asumió.

Después de las elecciones, el candidato que perdió se pone a disposición del
que ganó para ayudarlo.

Ningún país se puede inmiscuir en asuntos internos de otro.

Todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y obligaciones.

Nos tienen bronca porque somos los mejores.

Como se come acá no se come en ningún lado.

Los países ricos ayudan a los países pobres.

La esclavitud se terminó hace rato y está prohibido que los chicos trabajen.

Después de trabajar toda la vida, el premio es que podés jubilarte y vivir
sin laburar.

Al llegar a ese punto, me arrepentí de verle la cara a mi terapeuta, él
también estaba llorando mientras hacía añicos el retrato familiar que hasta
ese día cuidaba como un tesoro.

Cuántos crecimos engañados en el país de mamá y papá.

Jorge Guinzburg - PERIODISTA.

Entrevista del poeta Rodolfo Alonso

Extracto a la entrevista del poeta Rodolfo Alonso
LA Nacion 20/01/2007

-¿De modo que el hombre que desea conservar su independencia de pensamiento y su paz interior debería aislarse para evitar el aturdimiento y la disipación?
-Este es el problema con la sociedad del espectáculo: es muy difícil sustraerse a su influencia. Antes los poetas hacían peñas literarias y se reunían en los bares a leer, a conversar. Pero ahora el ruido lo impide. Y me extraña que, a la par de los movimientos ecologistas que bregan por el bien de la naturaleza, no surja un movimiento que luche contra la contaminación del espíritu humano.

-¿Un nuevo humanismo?
-Es probable. Yo deseo que surja un movimiento que se interese por los daños sufridos por el hombre en esta cultura de la banalización, en la que una especie de tecnolatría ha desplazado a los valores de la cultura. Y la tecnolatría tiene que ver con la entronización de la imagen y la desvalorización de la palabra. Esto no sería algo grave si nuestra cultura no tuviera sus cimientos en el lenguaje, pero todos saben que esto es así.

-¿Se refiere al lenguaje como a un reservorio de determinados principios, ideas, y creencias?

-Claro. Cuando el lenguaje se vacía de pensamiento y se convierte en mero instrumento práctico, desaparecen los valores y, con ellos, la cultura. Fíjese que asistimos a una suerte de deseo obsceno colectivo, que es la búsqueda desenfrenada de riquezas. Antes, un hombre rico tenía una riqueza que podía ser contada, medida. Hoy, en cambio, la riqueza, como el poder, ya no tiene medida humana. El dinero se cuenta por billones y la influencia de los poderosos tiene un alcance incalculable, fuera de todo control. Y ese afán desmedido, de alguna manera ha contagiado a todos. Y aunque la enfermedad tiene mucho de virtual, ése es precisamente el problema: su irrealidad. Su cuota de delirio y de fascinación que obnubila la capacidad de crítica.

-Algo habrá en la psicología humana para que las personas se dejen tentar tan fácil por el consumismo, y prefieran el ruido al silencio y el tumulto a la soledad.
-Las ansiedades del hombre pueden reducirse a una sola y gran ansiedad: el miedo a la muerte. Que es también miedo a la vejez. Hoy todos quieren ser adolescentes, no envejecer jamás. Y el precio es el agravamiento de esa ansiedad fundamental de la que le hablo.

-¿Cuál es el lugar de la poesía y la filosofía en la sociedad de consumo?
-En esta sociedad, la palabra se convierte en producto y deja de ser comunicación. A partir de la revolución industrial, se impuso una actitud mercantilista en el mundo, que privilegió el dinero, el poder, y la explotación, y despreció todo aquello que tenía que ver con la creatividad desinteresada y el pensamiento reflexivo. Fíjese que una frase muy usada en los últimos cien años es "el tiempo es oro". ¿Quién, en su sano juicio, puede creer que esto es verdad? Ya los filósofos de la antigüedad decían que el hombre es tiempo, de manera que esa frase es absurda.

-¿Cree que Internet contribuye a la democratización del mundo, al poner al alcance de las multitudes la casi totalidad del conocimiento humano?
-Me temo que Internet no será, como algunos imaginan, un espacio de mayor democratización. No me parece que sea inocua. En estos temas, he vuelto a coincidir con mi admirado y querido amigo Tomás Maldonado, cuya Crítica de la razón informática prácticamente agota el tema en cuestión. El asegura que un acceso indiscriminado a la información conducirá al hombre no a una forma más avanzada de democracia, sino sólo a una forma más sofisticada de control social y de homologación cultural.

-¿Cuáles son los desafíos espirituales del hombre moderno?
-Dentro de una perspectiva humanista, el mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI es continuar siendo intelectuales. Pero el pensamiento es algo que concierne a todos los hombres. Quienes sean capaces de sostener un pensamiento crítico en medio de esta pesadilla de seductora banalidad universal, serán los hombres imprescindibles de los tiempos venideros.

Extracto a la entrevista del poeta Rodolfo Alonso
LA Nacion 20/01/2007

Entrevista Martinez Estrada - Radiografía de la Pampa

Radiografía de la Pampa. Entrevista a Ezequiel Martínez Estrada.

1. ¿Por qué escribió usted Radiografía de la Pampa?
Tengo que contestarle el por qué con algo del cómo y del cuándo. A indicación de Enrique Espinoza (Samuel Glusberg) a cuya invitación debo haber escrito la obra, estaba yo preparando un estudio sobre Sarmiento, del que La vida literaria, que dirigíamos juntos, publicó el artículo "Sarmiento a los ciento veinte años". Cumpliríase en febrero de 1931 el aniversario de su natalicio.
Releía, pues, el Facundo, con asombro de lo que hallaba en él de viviente y actual, no advertido antes, cuando acaeció la asonada del 6 de septiembre de 1930. Espinoza y yo anduvimos recorriendo las calles del centro, presenciando lo que yo vi como inundación de aguas turbias y agitadas. Tenía recuerdo aún fresco de las fiestas del Centenario, y de súbito tuve la impresión de que me encontraba retrotraído a veinte años atrás, como si ni yo ni lo que nos rodeaba hubiesen cambiado. El tiempo era un sueño. Este schock o trauma, me reveló una clave de interpretación, válida para la relectura del Facundo y para el texto en relieve y para el tacto, sistema Braille, que estaba presenciando.
Mi impresión fue la de que recibía una revelación, como dicen los místicos, y que se me mostraba iluminado un pasado cubierto de una mortaja pero no muerto ni sepultado. Le dije a Espinoza: —Oiga usted: U-ri-buuu-ru; es lo mismo que I-ri-gooo-yen. —Exacto —me respondió—, escriba lo que está viendo. Por eso escribí Radiografía de la Pampa.

2. ¿Cree usted, a veinticinco años de la primera edición del libro, que se mantienen en nuestro país las situaciones que usted indicó entonces? Sin duda, como en 1930 la de l910. Pronto será esto tan palmario, escúcheme bien, que aterrorizará a quienes no vean que asistimos a un proceso histórico normal. Lo mismo ocurrió con el peronismo, que yo califiqué, en más de trescientas páginas, como "fenómeno social genuinamente argentino", lo cual provocó un escándalo insolente que todavía me aturde. Únicamente los profesores de historia, los pilotos de la "nave del Estado" que se bambolea al garete y los beneficiarios del naufragio no ven lo que ya ve el pobre pueblo acaudillado y cegado.
Pero debo especificar que mi libro no se refiere a situaciones, o sea, a circunstancias variables. He tratado de configurar un diagrama con los invariantes históricos que creí hallar en el Facundo y además en las Bases, Ojeada retrospectiva y en los escritos doctrinarios de Moreno y Monteagudo. Las situaciones cambiantes no alteran la estructura esencial que creo haber fijado en el diagrama, susceptible, es claro, de progresivas rectificaciones. De ese diagrama puede deducirse una función, entre máximas y mínimas, como del de una máquina su trabajo natural, tomadas en cuenta también, las perturbaciones mecánicas de un orden previsible. Por ese método el pronóstico es simple consecuencia de conocer el mecanismo, y la palabra profecía es absolutamente impropia e injuriosa.
3. Aparte de Sarmiento, y particularmente el Facundo, ¿qué otras obras han influido en su libro? Influyeron en mí, más que en mi libro, aparte el Facundo y las obras básicas doctrinarias de la nacionalidad republicana y democrática que ya cité, Groussac, que me auxilió y alentó muchísimo por su valentía honrada y sus sólidos conocimientos de nuestra historia, la oficializada y la inédita. Él me comunicó la confianza moral de que la religión de la verdad, aunque fea y desagradable, es siempre un bien infinitamente mayor que la piadosa mentira. Adquirida la conciencia de un deber moral, sólo hube de aceptar las deducciones lógicas inevitables de tales premisas. La certidumbre de estar en terreno firme, si bien poblado de peligros ocultos y de enemigos presentes, se robusteció con la lectura de la bibliografía de exploradores, viajeros y testigos oculares fidedignos. Para entonces conocía yo hasta sus entresijos, las obras de mi venerado Hudson, que comentábamos muy a menudo con Lugones y Espinoza. Además, tuve dos guías que me enseñaron a considerar la sociedad y la historia desde dos ángulos nuevos, cancelando mi concepto ingenuo, de una concepción estática e iconográfica de ellas: Spengler, de quien aprendí que la historia es la biografía cultural de los pueblos y que no es la crónica militar y diplomática. Concretamente esto: la historia es morfología o anatomía de los hechos, y puede estudiárselos independientemente, por países y épocas; mas también la historia es fisiognómica de los hechos; revelan su sentido profundo, su alma colectiva, ecuménica y étnica. Como un rostro —así lo admiten Toynbee y los gestaltistas—, la historia tiene una faz fotogénica, diré así, que puede fijarse en los libros documentales como lo hacen los papirólogos; pero también tiene una expresión viva, psíquica, que sólo puede interpretarse por intuición, como hacemos con una persona que nos habla. Lavater, descubridor de ese método, el que inspiró a Balzac, me inspiró a mi. La otra guía, la segunda tras Spengler, fue Freud. La lectura de sus obras, particularmente Tótem y tabú, que hice cuidadosamente años antes de 1930, me había dado la certeza de que los mecanismos estudiados por él en la psicología de profundidad, podían proyectarse al plano horizontal de los hechos sociales y míticos, y a sus fenómenos simbólicos. Las claves de su método: interpretación de los sueños, censuras, sublimaciones, inhibiciones, olvidos y errores, transferencias, tabúes y noas, etc., podían aplicarse lícitamente a las grandes civilizaciones como a las culturas ágrafas. Largué por la borda mis respetados maestros de la juventud: Comte, Mill, Tarde, Durkheim, Ward, Gumplowicz, Sighele, pero me quedé con uno, mi maestro de método y de prosa: Jorge Simmel. Sobre todo su Sociología, que utilicé como libro de control. Hasta el más miope, no el ciego, hubiera podido percibir que la configuración sociológica de Radiogralfía de la Pampa débese a Spengler, con su lectura simbólica de los hechos; a Freud, con su examen de las perturbaciones de la psique social, y a Simmel, con su método configuracionista, palmariamente el de temas y variaciones, por ejemplo: sobre el secreto, las sectas, el pobre, los círculos sociales, etcétera. Yo no he inventado nada, como tampoco ellos; todos hemos buscado el sentido del texto escrito por el Creador en caracteres jeroglíficos. Cada una de las, seis partes de Radiografía de la Pampa integra un tema fundamental de psicoanálisis social, que yo intuí veinte años antes de que se aceptase como método científico de interpretación. Hoy son numerosas las obras del tipo de la reciente de Erich Fromm, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. En cuanto a la validez de las concepciones, que algunos calificaron de míticas por motivos sectarios, estoy seguro de que contienen elementos perdurables que quedarán definitivamente incorporados a los estudios de sociología y de antropología culturales. Y ahora pemítame que le haga una exégesis sintética de las seis partes en que mi obra se divide. Primera parte: Trapalanda. Es el país Ilusorio, el imperio de Jauja, que atrajo al conquistador y al colono con su promesa de oro y especias que podría transportar a su tierra natal, sin pensar, es claro, en que los piratas le abordarán el barco. La desilusión de que en vez de Trapalanda pisaba una tierra agreste, que seria preciso labrar y sembrar, regar con sudor y sangre. El intruso decepcionado concibe una seudotrapalanda que en su frustración no le recuerde la derrota. Quiere lo que no tiene, y lo quiere como lo que quiso tener. Segunda parte: Soledad. El poblador está solo en un mundo solitario. La madre de sus hijos es de otra sangre. El océano reduce a isla el continente. Tiene que hacer algo para vivir, pero no piensa como Robinsón sino como un gran señor en la pobreza. Lo que va construyendo no es un país, no es un hogar donde vivir y morir, como hicieron los ingleses en Norteamérica. Sigue añorando la patria perdida, que es la metrópoli que enseña a los hijos como la Jerusalén de su destierro. La fundación de sus manos es una factoría. Tercera parte: Las Fuerzas Primitivas. Las fuerzas terrestres elementales comienzan a trabajar con el agua, la tierra y el viento para derruir sus construcciones precarias de adobe y cuero, que ha levantado como aduares. La tierra trabaja con más dignidad que el hombre y corrige sus yerros. Cuarta parte: Buenos Aires. En el centro es la llave de bóveda de la obra. Ahora Buenos Aires es España, la Metrópoli. Nuestra enemiga en casa. Absorbe, devora, dilapida, corrompe. Es un foco de infección. El interior, el territorio, la nación y el pueblo, le queda sometido: ella lo esquilma y lo embauca. El país es la colonia a la que tiene que mantener sometida y embrutecida, para evitar que se le venga otra vez encima con los caudillos a caballo. Quinta parte: Miedo. Un trauma inhibitorio de nuestra vida nacional. Toda la tesis es de Sarmiento, que yo desarrollo. Los tópicos son: La Lucha, La Defensa y La Fuga. El miedo y sus reacciones irracionales. Esta parte de la obra tiene hoy absoluta e inconcusa actualidad. Sexta parte: Las Seudoestructuras. Lo que hemos construido sin cimientos en la tierra, para sostener un edificio que es un laberinto de equívocos. La búsqueda de base firme, en cuya angustiosa tarea estamos. Basta leer los tres párrafos finales de Radiografía de la Pampa, este libro amargo y saludable, escrito con lágrimas y pagado con el sacrificio ritual de mi vida. Se los recordaré, con lo cual completo la respuesta segunda de sus preguntas: "Los baluartes de la civilización habían sido invadidos por espectros que se creían aniquilados, y todo un mundo, sometido a los hábitos y normas de la civilización, eran los nuevos aspectos de lo cierto y de lo irremediable. Conforme esa obra y esa vida inmensas van cayendo en el olvido, vuelve a nosotros la realidad profunda. Tenemos que aceptarla con valor, para que deje de perturbarnos, traerla a la conciencia, para que se esfume y podamos vivir unidos en la salud."
(1958) Leer y escribir. México: Joaquín Mortiz, 1969, págs. 131-136